sábado, 3 de marzo de 2012

Red Riding Hood

¿Dónde se ha visto una Caperucita que no domine el reino de los cuentos, que tema deambular por el bosque por mancharse de barro sus zapatos comprados en la calle de moda en París, que cada vez que las espinas se enreden en su capa chille un
AY, COÑO
con toda la fuerza del mundo? ¿Cómo ha de concebirse que en medio del bosque, donde no existen los GPS, los taxis, los iPhone ni los teléfonos móviles se sienta perdida? Podría ser un pasto fácil para un lobo feroz que poseyese una migaja de ingenio.


En medio de un descampado, en el corazón del bosque, una cama, y en esa cama dos personas abrazadas, durmiendo plácidamente, siendo acariciados por la apacible sombra que les brindaban las copas de los árboles. La curiosidad mató a la Caperucita. En cuanto se encontró lo suficientemente cerca pudo observar miles de colores parcialmente cubiertos por una sábana. Eso es...¿un corazón? ¿Y unos pulmones? ¡Se mueve!
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

Venus abrió los ojos súbitamente. Su corazón se desbocó, sus pulmones comenzaron a hincharse y deshincharse rozando la hiperventilación. ¿Quién era aquella mujer vestida de rojo, qué demonios hacía mirándola y chillando? ¿No habría visto...? Oh, Dios, su interior. Se llevó ambas manos a las vísceras palpitantes, confiando en poder salvaguardar un ápice de intimidad.

-¿Qué cojones pasa?

-Oh, Ville, gracias a Dios, gracias a Dios que tú...

De barbilla para abajo podía incluso verse a través de su piel de cristal cómo resbalaba la saliva.
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

Ambos aferraron las sábanas a la vez para poder cubrirse. Dios mío. ¡Nadie podría haberles pillado más desnudos!

-V...Vale. Ville, llevamos diez días saliendo juntos, diez, ¿¡y ya me has puesto los cuernos con una....una...muerta!?

-No es una muerta, es Venus, llevo tres años a su lado.

-¿Y a ti por qué coño se te ve...TODO? Ay, Dios, esto es de locos, de locos.

-Vamos, en este lugar todo es posible. Podría abrirte en canal y tu corazón seguiría latiendo con normalidad.

-Haz eso y te juro que te arranco la polla.

Venus volvió de nuevo a orientar la mirada hacia la joven Caperucita, y hacia Ville. Juraría haber visto una escena similar, frente a frente, aunque más acaramelada de ellos dos. Recordó lo mucho que sufrió el día en el que concibió lo que había pasado.

-Es ella, ¿verdad?-se atrevió a preguntar, sabía que llegaría ese día, le sobraba tiempo para levantarse de la cama, mas ni siquiera se pudo mover.

-Veréis, no es lo mismo lo que sienta mi cuerpo que lo que sienta yo. Él está enamorado de Sandra, pero yo te amo a ti, Venus. Ni él manda en mí ni yo en él, así que no puedo dejar a ninguna de las dos. Supongo que tendréis que acostumbraros una a la otra.

Una lágrima resbaló de los ojos de Venus, convirtiéndose en un amoroso copo de nieve al llegar a la sábana. Ojalá el cuerpo de Ville estuviese enamorado de ella, y pudiesen hacer el amor sin que se desvaneciese en humo, pudiese tocar su piel blanca mate sin ver cómo se libera la testosterona de sus cápsulas suprarrenales, cómo sube la oxitocina por su médula espinal para llegar al hipotálamo, que pudiese ser una relación normal, una pareja normal, en el mundo real. Pero no iba a pedirle algo imposible. Sandra y ella intercambiaron una mirada fugaz. Envidiaban la suerte de la otra con una voracidad feroz. Mas pronto se supo quién fue la que supo darlo todo.

-Sabes que haré lo que sea por ti, Ville. No dejaré de sentir lo mismo por ti por algo así

-Te quiero tanto...

Dudo que alguien pudiese resistir el magnetismo de un amor tan grande. Los dedos de Ville recorrieron la cicatriz abierta, acariciando con el dorso de la mano la sangre que envolvía sus órganos e iba resbalando poco a poco. Venus se inclinó, como lacayo buscando perdón de un amo compasivo, y sus labios no tardaron en apoyarse sobre la piel de cristal de su amado. Podía notarse la aceleración cardíaca tras el beso en el entrecruzamiento entre la vena cava y el cayado de la aorta.

-Madre...creo que voy a vomitar...

La Caperucita parisina se inclinó hacia delante, mas de la arcada se desgajó del fondo de su estómago, impulsada por la pared muscular el esófago, una mariposa violácea. Podían incluso verse los nervios que atravesaban su tórax y abdomen.

-Me temo que me va a costar acostumbrarme

viernes, 2 de marzo de 2012

Epístola

Cuídalo bien, maldita, zorra, porque nunca tendrás a nadie que sea igual que él. Dale todo lo que se merece, no escatimes, nunca te guardes un beso si se lo puedes entregar, ni nunca reprimas una caricia si la puedes apoyar sobre su mejilla. Nunca dejes que llore, jamás, ni una sola lágrima, dile que hay tanta gente que le ama aunque él no sea consciente que no puede permitir rendirse por nada del mundo. Susúrrale cada mañana lo guapo que está, dile lo mucho que te conmueve su música, hazle el amor como nunca se lo hiciste a nadie, hasta que notes cómo se le sale el corazón. Cuéntale todo lo que sientes, sabes perfectamente que él sabrá escucharte. Perdónale si se encuentra cansado, espérale si alguna vez se va, concédele soledad si la necesita. Recuérdale que es lo más bonito que tienes en tu vida, y que jamás vas a dejar que se vaya.



No, estúpida, no estoy llorando. Cállate.


"Yo te amo, sí. El que tú no supieses nada de ello fue culpa mía. Pero no tiene importancia. Tú has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz"
El principito.