sábado, 30 de marzo de 2013

Diez meses



Nezumi dejó su mochila encima de su antigua cama y se sentó a su lado. El piano, los libros, las estanterías, todo seguía tal y como lo había dejado. Shion había optado por mantener todo como si nunca se hubiese ido. Quería que cuando por fin llegase el momento del reencuentro no se equivocase de casa, ni se sintiese extraño en la morada que él habitase. Cenaron juntos. Como en los viejos tiempos. La presencia del niño no le incomodó; todo lo contrario, se sentía completo con él. No hacía más que acribillarle a preguntas, mirándole con aquellos ojos almendrados y curiosos.

-Papi, ¿por qué eres un vagabundo?

-No soy ningún vagabundo.

-Shionn, no le hables así a tu padre.

-¿Entonces por qué andas con esa ropa tan sucia?

-Pues…

-Porque no tenía otra, cielo. Se la había olvidado en casa.

-¿Y por qué no estabas en casa con papá y conmigo?

-Eh…yo…

-Tenía trabajo que hacer fuera, vida, pero ya lo ha acabado.

Nezumi intercambió una mirada cómplice con su pareja. Tenía siempre la respuesta adecuada. Siempre la tuvo. Su inventiva, que siempre le pareció innecesaria e idealista, le estaba salvando el pellejo ante el bombardeo de cuestiones del pequeño. Todavía no se acostumbraba a eso de “papi”. Aunque al menos el origen del pequeño le fue aclarado al rebuscar entre sus recuerdos mientras perseguía un pedacito de patata que nadaba en el resto de la sopa. Shionn, que así le habían llamado, era el niño que habían salvado de la limpieza humana en la que se habían visto inmersos antes de introducirse en las entrañas de la ciudad santa. Al parecer no solo había sobrevivido, sino que Shion se encargó de él y le crió como hijo suyo todo ese tiempo. Le había cuidado bien. Se le veía sano, alegre, inteligente y mordaz. Igual que su padre, quien se apartaba el cabello blanco para engarzarlo tras el oído al comer. Incluso el corte era el mismo que cuando se había ido. El tiempo parecía no haber transcurrido en aquella habitación. El pequeño cogió un pedazo de pan y se inclinó para dárselo a los tres ratones. Cravat, Moonlight y Hamlet. ¿Todavía seguía allí esa anticuada tecnología? Definitivamente, no había cambiado nada. Intentando que sus progenitores no se diesen cuenta, Shionn tomó la taza de sopa entre sus manos, a medio terminar, y se la entregó a los animalitos. Su padre, al verle, le regañó, pero sin evitar reírse, envolviéndole con sus brazos para impedírselo.

-¡Eh, eh, esa es tu comida! ¡Nada de trampas! ¡Tienes que comértelo todo!

-Joooo, papáaaaa, no tengo hambreeee-se quejó, carcajeándose igual que su padre.

-Anda, come un poco más, ¿eh? O papi va a pensar que aún eres un niño pequeño.

Shion se enderezó con su hijo contra su tronco, quien dejó sobre la mesa el tazón de sopa, pues sabía que recibiría una buena bronca si lo rompía. Nezumi sonrió, haciéndole un gesto con la cabeza para indicarle que le hiciera caso. Aunque no se le daban demasiado bien los niños, se sentía aceptado en el seno de aquella pequeña familia.

En cuanto terminó la cena y Shionn se fue por fin a la cama llegó el momento que habían estado durante tanto tiempo anhelando, especulando, deseando. La regresión, la calidez, la cercanía. El albino dejó los platos encima de la mesa. Tendría tiempo para fregar más tarde, pero el momento le reclamaba, tendría que ser ahora, ahora o nunca. Sin mediar una palabra tomó entre sus manos el rostro de Nezumi y sus labios se fusionaron en un profundo beso. Viajó por todos los recovecos de su boca, la exploró, acarició sus encías, escaló sus dientes, bailó con su lengua. Y ambas pelvis se juntaron a ritmo de vals. Subió poco a poco su camiseta hasta arrebatársela. El contrario fue desabotonando uno a uno los botones de su camisa. La ropa cayó al suelo por su propio peso. No tenían nada que esconder. Nada que reprocharse. Estaban allí, desnudos, uno enfrente del otro. Sin escudos. Sin armas. Sin complejos. La cicatriz todavía envolvía el cuerpo de Shion con magistral dulzura. La espalda de Nezumi seguía quemada hasta la capa interna de la dermis. Podrían reconocerse leyendo en braille en la piel del otro. Se abrazaron de nuevo. Tantísimo tiempo llevaban añorando el tacto que desprendían hasta que por fin lo sentían. Y era tal y como recordaban. Mas ya no eran dos adolescentes que jugaban a amarse. Eran adultos que conocían ya los recovecos de su propio corazón. Y en todos y cada uno de ellos tenían al contrario reflejado. Nezumi besó el cuello de su amante, mordiendo con suavidad el contorno de su mandíbula, mientras él trazaba dibujos en su espalda. Lentamente se acostaron en la cama, sin soltarse ni un solo instante. Absorbiendo el calor ajeno. Bebiendo el sudor. Mezclando la saliva. Se oprimieron uno contra el otro. Ambos pares de manos otearon la fuente de placer que estaban buscando. No podían dejar de besarse, de tocar el cuerpo del contrario, necesitaban saber que todo permanecía en su lugar, que nada había desaparecido. Silenciaron sus gemidos con suaves caricias. Apretaron los dientes. Shion escondió el rostro contra la almohada. No podía contenerse. Deseaba soltar un chillido del que toda la ciudad fuese consciente. Necesitaba hacer saber que ya no era el hombre solitario que esperaba por un sueño incumplido. Estaba allí, en la misma habitación, con Nezumi, haciendo el amor. Él había vuelto. Contra todo pronóstico, a contracorriente, desoyendo lo que sus allegados le decían. Que siguiese con su vida, que dejase de esperarle, que nunca jamás estarían juntos de nuevo. Que su recuerdo solo le haría daño. Pero estaba allí, estaba allí, le sentía entre sus brazos, notaba sus piernas entrelazadas, sus dedos aprehendiendo su sexo. No era un espejismo. No estaba muerto. Se oía a sí mismo respirar. Nezumi besó su cabello blanco con dulzura. Su cabeza se despegó de la almohada y se hundió en su pecho. Sintió sus latidos contra su frente. Estaba vivo, como él le dijo aquella vez, y nada más importaba.

Un gemido.

Un suspiro profundo.

“Te quiero”.

“Te quiero, te quiero, te quiero”.

Podría decirlo miles de veces y eso no resumiría lo que sentía por él.

Y el sentimiento era más que mutuo.

-Parece que ha pasado una eternidad desde que hicimos esto por última vez.-el tono de Nezumi se convirtió en un susurro. El ronroneo de su voz húmeda le hizo estremecerse.

-Sí. Lo haces muy rico, vas aprendiendo.

-Eh, eso debería decírtelo a ti. Tú eras el que no tenía ni idea sobre sexo.

Shion soltó una carcajada nerviosa contra el pecho de Nezumi. Era cierto, cuando se habían conocido apenas si era un chaval de 16 años sin nada que perder, inexperto y asustado. Un muchacho que se había convertido en todo un hombre, en un cabeza de familia, en el presidente de una nueva ciudad que consiguió convertirse en un lugar pacífico a pesar de haber nacido del odio y la destrucción. Un hombre que desde su juventud no había vuelto a sentirse a gusto en su propia cama hasta aquel preciso instante. Sin embargo, tuvo la necesidad de levantarse, no sin antes besar en los labios a Nezumi.

-Voy a darme una ducha, me encuentro un tanto pegajoso. Tú también deberías.-le guiñó un ojo, antes de bajarse definitivamente de la cama y salir de la habitación, camino al cuarto de baño.

El moreno observó en todo momento cada pequeño gesto, cada mirada, cada detalle, cada atisbo de lenguaje no verbal de Shion. Definitivamente no había cambiado nada. Quizás sí en que ya no temblaba indeciso cuando hacían el amor, igual que si fuese un niño que cometía una travesura. Se inclinó hacia su mochila, la cual yacía en el suelo para dejarles sitio, y extrajo de ella un paquete de tabaco con su mechero correspondiente. Cuando se habían conocido no se le pasaría por la cabeza echarse un pitillo después de consumar, pero ahora realmente lo necesitaba. El humo le tranquilizaba. Sus curvas danzantes en el aire le recordaron aquella “primera vez”. Incluso él se cuestionó en aquel momento, cuando por primera vez vio a su amante desnudo, si estaba haciendo lo correcto, aunque en ningún momento lo exteriorizó. Mas fue la mejor decisión que tomó en su vida. Seguir el camino de su corazón hacia una dirección correcta.

Antes de que le diese tiempo a comenzar a culparse a sí mismo por haberse ido de una manera tan abrupta, se fijó en que Hamlet deslizó su cuerpecillo por un hueco de la puerta para salir afuera. Una infantil curiosidad hizo que dejase el cigarrillo aparcado en uno de los cuencos todavía sin lavar, se pusiese los calzoncillos y saliese a espiar al ratoncito. Escuchó desde el pasillo el fluir del agua de la ducha. ¿Habría algo de malo en que entrase? Por supuesto que no.  Quería pasar cada momento de su vuelta con Shion, y qué mejor para ello que una pequeña y morbosa sorpresilla. Se le acercaría por detrás, abriría la cortina de la ducha muy despacito y le besaría en un hombro. Solo pensarlo le excitaba.

Giró la manecilla.

Entró despacio. Sin hacer ruido.

Entonces, se quedó completamente paralizado.

Encima del lavabo, colocada en un pequeño soporte con forma de una semi esfera, había colocada una peluca blanca, sobre la cual jugueteaban los tres ratones.

¿Qué clase de broma pesada es esta, maldita sea?

Bruscamente, sin siquiera pensar en sus actos, la cogió con ira y corrió la cortina, cegado por la incertidumbre y el odio.

-¡¿Qué se supone que significa esto?!

Shion se giró rápidamente. Sus ojos eran como agujas incandescentes.

Tenía la cabeza completamente despoblada de cabello.

¿Qué coño está pasando, joder?

No podía creerlo.

No, no QUERÍA creerlo.

Shion se tapó la cabeza con ambas manos. Sus ojos le seguían mirando. Su mirada dolía tanto, pero no podía apartarla en ningún momento.

-Nezumi, yo… Deja que te explique, por favor.

-Cojonudo, porque me debes una explicación.

En un suspiro apagó el agua de la ducha. Ni siquiera se preocupó por secarse o vestirse. Tenía que arrancarlo de dentro ya o le perdería. Y no podría permitirse eso. No ahora.

-Tengo cáncer.

Aquellas palabras le atravesaron el pecho. Eran lanzas envenenadas. Eran lo más cruel que podía oír salir de sus labios. No, no, no iba a creerlo. Había vuelto a verle, ¿le estaba diciendo que había caído enfermo justo el día en el que se habían reencontrado? Tenía que ser una pesadilla. Seguramente abriría los ojos y se encontraría a Shion durmiendo a su lado, con su media melena blanca tendida sobre la almohada como si de nieve se tratase. Si eso fuese cierto, no sería menos que un monstruo. ¿Se había atrevido a dejarle solo durante diez largos años, con un niño a su cargo y una enfermedad a sus espaldas? No, no, no.

-Eso es imposible.-fue lo único que articuló. Su voz temblaba.

-Me lo diagnosticaron hace diez meses. Me encontraba mareado y sentía que a veces me fallaba el equilibrio, así que me hicieron un TAC y una biopsia. Tengo un tumor en el cerebro, parece ser que es de una naturaleza bastante extraña, que no habían visto nada igual desde hacía mucho tiempo. Investigué en los archivos médicos y las autopsias. Uno de los antiguos fundadores de No. 6, el que también sobrevivió al ataque de las abejas parásito, murió debido a un tumor poco más grande que el mío. Me han sometido a un tratamiento experimental. Es muy agresivo, más que el convencional, de ahí que me haya caído el pelo.

La peluca resbaló de los dedos de Nezumi. Se convirtió en hielo frío y escurridizo. Sus ojos se anegaron en
lágrimas. Su aliento le falló. ¿Acaso era verdad lo que le estaba diciendo? Su semblante se veía tan serio. Veía cómo su pecho temblaba al respirar. Mierda, Shion, si es una broma más te vale desmentirlo de una buena vez. Tenía que serlo, tenía que ser una broma de mal gusto.

-Lo siento, Nezumi.-se envolvió con sus propios brazos. Se le notaba el miedo en la mirada. La tristeza, la incertidumbre, el arrepentimiento.-No quería que te enterases así.

-Sé que no ibas a decírmelo.-respondió secamente. ¿Cómo podía sonar tan insensible con todos aquellos sentimientos arañando su interior?

Shion desvió la mirada hacia el suelo, sin dejar de abrazarse para paliar el frío. Efectivamente. Aunque confiaba en Nezumi más que en ninguna otra persona de su entorno, lo que menos pretendía era que, en cuanto volviesen a verse, se enterase de su enfermedad. Se llevó ambas manos a la cabeza y se agarró la melena negra. Diez meses. Diez jodidos meses le separaban de ser una buena pareja o ser un completo cabrón. Durante diez meses Shion tuvo que lidiar contra sí mismo y salir adelante sin un soporte que cada noche le dijese que todo iría bien e instaurase de nuevo una semilla de confianza en sí mismo. ¿Qué era lo que había estado haciendo él en todo aquel tiempo? ¿Qué había sido más importante que la persona a la que más había querido en su vida? Cada vez era más y más improbable la explicación de que todo fuese una enajenación nocturna.

-Si hubiese venido… Diez meses antes…-fueron las únicas palabras que se vio capaz de arrancar de la garganta.

Shion salió de la ducha. Tomó su rostro. Qué frío estaba.

-Nezumi, no podías saberlo.

-Debí  haberte escrito. Debí haber venido antes… Joder…-Diez meses, volvió a pensar, y las lágrimas no tardaron en abrazar su córnea y caer muy suavemente por sus mejillas.

-Eh, Nezumi, no llores, mi vida. Por favor.-las frases salían de sus labios sin ni siquiera pensarlo. Solo le había visto llorar una vez y siempre había temido que volviese a repetirse de nuevo.

Se sintió tan impotente. Tan rastrero, tan egoísta. Como bien le había dicho, no podía haberlo sabido,  pero había tenido todos los medios a su alcance. La culpabilidad le azotaba la columna, traduciéndose en violentos escalofríos. Vio cómo Shion inclinó su cuerpo, ahora tapado con una toalla, para alcanzar la peluca blanca. Le agarró el pulso. Lo apretó fuerte. No quería volver a verle seguir viviendo una mentira.

-¿Por qué llevas eso?

-No quiero que lo vean, nadie tiene por qué saber nada de mi vida privada.-seguía sonando tan tierno y sereno como siempre. ¿Cómo podía hacerlo en un momento así?

-¿Te arrepientes de estar vivo?

En ese momento, su amante apoyó ambas manos en su pecho, aferrándose a su ropa para intentar soltarse de su mano. Ambos sabían lo que esa frase significaba. Demasiado como para mantenerse impasible.

-No, Nezumi, no me digas eso, por favor. Ya no somos niños. Tengo un hijo.-“tenemos”, le interrumpió.- ¿Cómo crees que se sentiría si lo supiera? Sé que en mi situación obrarías igual.

No pudo decir nada más al respecto. Estaba en lo cierto. Después de tantísimo tiempo todavía le conocía a la perfección, a pesar de sus intentos en un primer momento por mantener su personalidad en la penumbra. Siempre le decía que no debería involucrarse con nadie si no quería salir herido, mas él mismo rompió al conocerle su propia regla de oro. Allí estaba, otra vez, llorando por él, sabiendo que en ese momento no sería capaz de hacer absolutamente nada para poder  devolverle la salud. Y no solo eso. Devolverle todos los días que habían pasado juntos, los amaneceres que no pudieron vivir uno al lado del otro, los bailes, las risas, los besos que nunca fueron entregados. Y ahora, en un margen de solo 10 meses, era demasiado tarde.

Los brazos de Shion le envolvieron con el mismo cariño incondicional que las nubes al sol.

Apoyó la nariz contra su hombro.

¿Por qué  demonios estaba tan frío?

Le apretó fuertemente. Quizás así podría contagiarle un atisbo de calor de su cuerpo desnudo. Ni siquiera tuvo fuerzas para frotar su espalda con las manos. Se le quebró la voz. Se le quebró el alma.

-A partir de ahora mismo no volverás a utilizar eso.-señaló la peluca sin siquiera separarse. Alzó el tono. Las lágrimas le rompieron la frase en mil fragmentos.

-Solo me la pondré delante de Shionn. ¿De acuerdo?

Sus piernas se flexionaron poco a poco, como bambús que se reverencian ante el grandísimo peso de la impotencia. Nezumi resbaló muy suavemente hasta toparse con el pecho de Shion, donde encontró descanso suficiente. Finalmente, no era un sueño. Lo estaba viviendo. Lo estaba sintiendo. Nunca antes había visto tantísimo parecido en Shion con las flores que llevaban su nombre, marchitándose tan lenta y grácilmente, perdiendo pétalos, quedándose completamente desnudo y yerto, destiñendo la corola su color.

Escuchó latir su corazón.

Demasiado deprisa. El tiempo se agotaba.

Tic, tac, tic, tac.

I am your bitter-fly. Capítulo V


Mierda, mierda, mierda…

Los pies de Spider pateaban asfalto frenéticamente, junto con el traqueteo irregular de las botas de Alois. Apenas si podía seguir el ritmo de su compañero, no hacía más que tropezar, temeroso, agobiado, ansioso. Aferró la mano del rapero con fuerza, hincando incluso las uñas en su piel, imprimiendo en ella su pulso desbocado. Deseaba cerrar los ojos y revivir lo que había ocurrido apenas unos minutos antes, cuando le confesó todos sus miedos, sus frustraciones, y recibió a cambio el amor y la compresión que siempre necesitó y nunca obtuvo. Retornó, lo recordó todo en un instante…





-Lil’ A, ¿por qué sigues llorando?

Efectivamente, después de haberle abierto el cofre de sus recuerdos a Spider sin ninguna pretensión, sin esperar nada a cambio, había roto en llanto. Respiraba entrecortadamente, tapándose la carita con las manos como un niño pequeño. Sus ojos azules estaban completamente irritados por la corrosión de las lágrimas y la fricción con las palmas. El aire parecía escaparse de su alrededor.

-Es que… Yo… Es que siento que… Me he librado de un… de un peso que llevo soportando toda mi vida… Ha desaparecido…pero es como…que sigue ahí…-entreabrió los labios, jadeante, sollozando hasta notar cómo se le desgarraba la garganta.

La presión de sus recuerdos se había aliviado, había cedido en el intento cuasi eterno de oprimir su pecho hasta el día de su último aliento. Sin embargo, lo que Alois todavía no comprendía era que aunque la herida deje de sangrar, la cicatrización mal curada evoluciona en una escara de tejido negro como la misma oscuridad. Y lo sentía, eso sí lo sentía. La formación paulatina de aquella placa necrótica en lo más hondo de su alma, carcomiendo toda la inocencia que alguna vez recordó tener, todo el cariño que le fue negado, hasta convertirlo poco a poco en odio hacia su misma persona.

-Ven aquí, anda, estás temblando.-la voz de Spider le rescató del pozo en el que se estaba ahogando. Se miró las manos. Efectivamente, semejaban las ramas de un sauce azotadas por el viento, con sus hojitas trémulas como dedos. Y se fue dando cuenta de que todo su cuerpo vibraba con la misma intensidad.

Alois no mentiría si confesase que nunca se sintió mejor que en ese mismo momento. Cuando se inclinó hacia él, le rodeó con sus finos brazos y apoyó la mejilla en su hombro. Su regazo era cálido, suave, seguro, no correría ningún peligro si él estuviese cerca para protegerle. Lo malo es que Spider no podía protegerle de sí mismo, y ese era su mayor enemigo hoy por hoy. Aferró su cabello negro acurrucándose para ocultar las lágrimas, mientras notaba la mano de Spider deslizarse por su media melena rubia.

-Tranquilo.-susurraba de vez en cuando, con ese tono vibrante y grave que poseía.-Respira, anda.

No hacía falta que dijese nada más. Spider le tenía conquistado con tan pocas verbas que parecía imposible. Se acomodó con delicadeza sin dejar de abrazarle con todas las fuerzas que le era posible utilizar, aspirando las secreciones que impedían su normal respiración. Sin embargo, la calma, el hecho de estar tan cerca de él, el miedo de perderlo, la propia aceleración cardíaca en contraposición con la relajación del resto de músculos oprimían su garganta obligándole a soltar un gemido. Sus lágrimas húmedas mojaban paulatinamente la sudadera de Spider, pero a ninguno de los dos parecía importarle. Entre caricias se veía obligado a empujar el puente de sus gafas, las cuales llevaba en todo momento debido a su miopía y a un principio de astigmatismo del que empezaba a sufrir sus efectos, al orientar la mirada hacia su hombro durante cierto tiempo. Alois, al percatarse, se enderezó suavemente para colocárselas bien, deslizando las patillas por las sienes. Entonces, la vista de Spider encontró otro lugar que escudriñar, o mejor dicho, que martillear.

-¿Qué coño…?

Alois orientó la mirada hacia el mismo punto, embargado por la curiosidad. Al percatarse de qué era lo que estaba observando, se apartó bruscamente, estrechando su extremidad izquierda contra su pecho. La tenía lleno de cortes, hasta la mitad del antebrazo. Algunos conservaban sangre cuajada en su estructura. Eran irregulares, trazados en un golpe de muñeca, aunque en la gran mayoría el objeto punzante que los dibujó apuñaló literalmente la carne, con fiereza, con rabia. Por eso eran pequeños, seguramente a mitad de la mutilación no sería capaz de soportar el dolor. Ninguno de ellos estaba cubierto, mas se habían limpiado con alcohol. La gente se fijaría más en las tiritas o los apósitos que en la herida, la cual era más fácil que pasase desapercibida. Ciel era el único hasta la fecha que se había percatado que eran autoinfligidos, y a pesar del odio que le procesaba a Alois había sabido ser respetuoso con ese tema. Aunque, desde luego, las personas que comenzaban a llamarle “emo de mierda” se le escapaban de las manos.

-¿Te lo has hecho tú?

No se veía capaz de responderle. Le faltaba el aire, no encontraba fuelle para hablar, incluso sentía una preocupante inestabilidad.

-¿Te lo has hecho tú, Lil’ A?-le preguntó de nuevo, inclinándose hacia delante, para intentar que no escapase a su mirada. Ni siquiera sabe cómo fue capaz de contestar, con el timbre trémulo:

-Echo mucho de menos a mi hermano.

Apenas si pronunció esas palabras y rompió a llorar de nuevo, escudándose en el cuerpo de Spider. Se quedó conmocionado, desde luego. El pequeño Alois, siempre tan vivaz, seductor y alegre se mutilaba a escondidas. Al fin y al cabo, le habían pasado demasiadas cosas con solo 14 años. Lo increíble era cómo había podido sobrevivir sin medicación psiquiátrica. De alguna forma, le tranquilizaba escucharle gimotear en su hombro.

-Eres gilipollas.-le soltó, en un susurro impotente, mientras rodeaba su cadera con los brazos.

Si quisiese matarse realmente, pensó, habría escogido un método que le proporcionase menor sufrimiento y acabase con él en menos tiempo y con mayor efectividad; sin embargo, el método de cortarse las muñecas estaba muy extendido, sobre todo en la población adolescente. Alois recorrió el cuerpo de Spider con sus lágrimas, restándose a sí mismo resistencia para mantenerse erguido. Las veces que ambos habían ido al hospital por algo así quizás podrían igualarse. Deslizó la mano por su tronco, palpando cada pliegue de su sudadera a ciegas. Poco a poco, fue ascendiendo hasta toparse con el lateral de su cuello. Entreabrió los ojos en el instante en el que sintió las suaves palpitaciones del contrario contra sus yemas. Las lágrimas fueron cesando. La respiración ansiosa se tranquilizó. Estaba allí, alejado de todo peligro, con Spider. Era imposible en un momento tan placentero pensar siquiera en cortarse.

-Los latidos de tu corazón son muy relajantes.-susurró, alzando por primera vez en toda la tarde la mirada, simplemente para poder perfilar con precisión el contorno de su rostro.

-Más te vale pensar en ellos la próxima vez que hagas alguna animalada. Que te quede claro.-Alois ni siquiera pareció oír sus advertencias. Encajó los labios sobre los suyos y le besó con muchísima dulzura, con un atisbo de ansiedad y nerviosismo. Spider acababa de dejar claro, una vez más, que su vida significaba algo para él.

Spider se inclinó suavemente y le besó en la mejilla, bebiéndose sus lágrimas. El muchacho, nervioso, tomó su rostro y cobijó sus labios en la boca del contrario, deseoso. No sabía siquiera cómo expresarle su gratitud.



Recordó volver a besarle, recordó apoyarse en su hombro y cerrar los ojos entre caricias. Y después, después… ¿Qué coño vino después? Correr, correr atropelladamente, jadeante, sintiendo sus bronquios estrecharse como mimosas que se cierran ante el roce, hasta llegar a su destino.

De un portazo se mostró ante ellos el pequeño backstage del bar, y en él, un alto y desgarbado hombre de color les recibió con una leve mueca.

-Llegas tarde, Spider. Acaba de empezar.

Efectivamente, comenzaba a escucharse una base de guitarra eléctrica con un beat acompañándola, hilvanando la retahíla de rap que escapaba de los labios de un muchacho. Podía vérsele desde la posición de los tres. Tenía el cabello negro, como Spider, rondando su misma edad, vestido de una manera similar. Acercaba el micrófono ladeado a sus labios, sosteniéndolo con una de sus manos, la cual tenía el tatuaje de un baphomet en el dorso. Se notaba que controlaba bien las respiraciones, los golpes de ritmo, quizás incluso era un rapero profesional. Iba acompañado de una mujer teñida de rosa, que seguía la melodía con movimientos de cadera acariciando su melena con sensualidad. No pasaba desapercibida ante los presentes. Ni ella ni la maestría con la que él jugaba con el rap entre sus dientes.

Look, if you had one shot, or one opportunity
To seize everything you ever wanted in one moment
Would you capture it or just let it slip?
Yo

His palms are sweaty, knees weak, arms are heavy
There's vomit on his sweater already, mom's spaghetti
He's nervous, but on the surface he looks calm and ready to drop bombs,
But he keeps on forgetting what he wrote down,
The whole crowd goes so loud
He opens his mouth, but the words won't come out
He's choking how, everybody's joking now
The clock's run out, time's up over, bloah!
Snap back to reality, Oh there goes gravity
Oh, there goes Doggy, he choked
He's so mad, but he won't give up that
Easy, no
He won't have it, he knows his whole back's to these ropes
It don't matter, he's dope
He knows that but he's broke
He's so stagnant, he knows
When he goes back to his mobile home, that's when it's
Back to the lab again, yo
This whole rhapsody
He better go capture this moment and hope it don't pass him

-Ese es Doggy Demon.-interrumpió Spider, sin dejar de mirar fijamente a su rival. La manera en la que se movía, cómo manejaba las palabras, y el compás que seguía aquella mujer con el movimiento espasmódico que le marcaba el beat del rap. Alois alzó la mirada, sin embargo, para observar el rostro de Spider. Estaba más tenso que nunca. Le parecía escuchar sus palpitaciones furiosas desde su posición. 

-Tranquilo le damos mil vueltas. 

-Ah, por cierto, Tim, este es mi compañero Lil’ A. Va a echarme una mano con el rap.

Alois, educado, le tendió la mano, como le habían enseñado a hacer, murmurando un delicado “tanto gusto”, mas el muchacho de color no pudo evitar soltar una carcajada, inclinándose para despeinarle.

-Pero mira qué niño. ¿Dónde lo has encontrado? Parece un muñeco de porcelana. 

You better lose yourself in the music, the moment
You own it, you better never let it go
You only get one shot, do not miss your chance to blow
This opportunity comes once in a lifetime yo
You better lose yourself in the music, the moment
You own it, you better never let it go
You only get one shot, do not miss your chance to blow
This opportunity comes once in a lifetime yo
(You better)

The soul's escaping, through this hole that is gaping
This world is mine for the taking
Make me king, as we move toward a new world order
A normal life is boring, but superstardom's close to post mortem
It only grows harder, only grows hotter
He blows us all over these hoes is all on him
Coast to coast shows, he's known as the globetrotter
Lonely roads, God only knows
He's grown farther from home, he's no father
He goes home and barely knows his own daughter
But hold your nose 'cause here goes the cold water
His hoes don't want him no more, he's cold product
They moved on to the next schmoe who flows
He nose dove and sold nada

-Aún por encima se pone sentimental, hay que joderse.-masculló Spider, apretando los puños fuertemente. 

-¿Te crees que es gilipollas? Así es como llega a la peña.-la respuesta, esta vez, corrió a cargo de Tim, quien estaba a su lado en todo momento.-Por algo se llama Doggy Demon. Más sabe más el demonio por perro que por demonio, S.

El joven Alois ni siquiera les escuchaba. Cotilleaba en los recovecos del backstage para ver lo que estos escondían. Entonces encontró la ropa que alguna mujer había dejado. Un top verde chillón y unos pantalones cortos de cuero. Desde luego, si las chavalas que acompañaban a Spider día a día podían provocar gratuitamente, él también lo haría. 

Se despojó de la americana con el sello del instituto, tirándola donde no pudiese verla, y se quedó exclusivamente con la camisa de manga corta, la cual abrió un par de botones hasta enseñar algunos de los pelillos rubios que la pubertad le había dejado en su pecho. Se quitó el pantalón del uniforme y, en su lugar, consiguió embutirse en la prenda de cuero, la cual se ceñía perfectamente a su trasero y dejaba entrever un bulto en su entrepierna. Finalmente, con algo de gloss que encontró cerca de un espejo, se resaltó los labios, otorgándoles una apariencia más jugosa. Bajó la mirada para adecentarse y sonrió. Si le viese así, su padre reventaría de ira. 

So the soap opera is told and unfolds
I suppose it's old partner but the beat goes on
Da da dum da dum da da

[Hook]

-Eh, Spider, ¿estoy guapo?-preguntó, plantándose ante él con su nueva apariencia, sin dejar de sonreír. 

-Mucho, sí. ¿Nervioso?

-Muy nervioso. Pero eso significa que me importa lo que voy a hacer. 

No more games, I'ma change what you call rage
Tear this motherfucking roof off like two dogs caged
I was playing in the beginning, the mood all changed
I've been chewed up and spit out and booed off stage
But I kept rhyming and stepped right into the next cypher
Best believe somebody's paying the pied piper
All the pain inside amplified by the fact
That I can't get by with my 9 to 5
And I can't provide the right type of life for my family
Cause man, these goddamn food stamps don't buy diapers
And it's no movie, there's no Mekhi Phifer, this is my life
And these times are so hard, and it's getting even harder
Trying to feed and water my seed, plus
Teeter totter caught up between being a father and a prima donna
Baby mama drama's screaming on and
Too much for me to wanna
Stay in one spot, another day of monotony
Has gotten me to the point, I'm like a snail
I've got to formulate a plot or I end up in jail or shot
Success is my only motherfucking option, failure's not
Mom, I love you, but this trailer's got to go
I cannot grow old in Salem's lot
So here I go it's my shot.
Feet fail me not, this may be the only opportunity that I got

[Hook]

You can do anything you set your mind to, man

-Vamos, S, te toca.-clamó Tim, propinándole una palmada bien sonora en la espalda. 

Spider retrajo y estiró los dedos varias veces, hizo un pequeño sprint con los pies, respiró en el interior del hueco que conformaban sus manos envolviendo su boca. Ahora comenzaba a sentir la adrenalina y la testosterona corriendo por su sangre, burbujeando, atravesando su cuerpo como descargas eléctricas. Alois simplemente respiró hondo y fue el primero en salir al escenario, mientras Doggy Demon y su compañera de cabello rosa todavía recogían las cosas. El rapero observó cómo el muchacho se movía por el lugar como Pedro por su casa, incluso con un deje altivo, y no pudo evitar soltar una estentórea carcajada. 

-¿Esta es tu arma secreta, Spider? Suerte con él. 

-Fuera del escenario, perro.-le contestó Alois, con sorna, con rabia e ira ciegas ante su ahora enemigo, escupiéndole las palabras con desprecio, sobre todo el apelativo de “perro”, el cual pareció arrojar en su cara. Al ver la mirada incendiaria del joven, Doggy Demon se la devolvió con igual fulgor. Parecía que el niño, aunque joven y frágil en apariencia, incluso femenino, le iba a traer más de un problema. 

Spider entró en el escenario sin mediar palabra, tan solo intercambiando, tal y como lo hizo Alois, una mirada con la cual estaba retándole una vez más. 

El Dj entró, Spider y Alois blandieron sendos micrófonos y la música comenzó a sonar. 

I, I, I
I am your butterfly
I need your protection
Be my samurai
I, I, I
I am your butterfly
I need your protection
Need your protection

I'm a spider, yo
My life is like a videogame
I maintain when I'm in the zone
One player one life on the mic
I'm in the dark

Yo, Spider , go

No fuckin around I'm cutting down
Anyone in my path
Tryna fuck up my game with razor sharp
Lyrical throw stars
Killin' my foes like

Hos! Ska!

Wild, outta control

Ninja skop befokte rof taal
Rough rhymes, tough times
Met fokkol kos, skraal
Till I hit triple seven at the ATM
Straight famine or feast,
When you're living on the razor edge
Stay sharp, sharp

Rolling with the SOS
High energy
Never seen zef so fresh
Uh, when we mic check
Hi-def flow's flex
Yo we aren't the messed up
Not fucking the best
We not like the rest
My style is UFO
Totally unknown
You can't fuck with my new Zef flow
I'm hard to miss
"You can't do this, you can't do that"
Yo, fuckin' who said so?
I do what I like
Too hot to handle, too cold to hold
You can't fuck with the chosen one
I-I-I want the knife
I'm a Spider. 

Hook x2

Spider is poes cool
But don't fuck with my game
Boy or I'll poes you
Life is tough
When I get stuck
When my time is up
I push through
Till I break-break-break
on through to the other side
Fantastically poor with patience like a stalker

Spider is hardcore
Been cut so deep, feel no pain
It's not sore
Don't ask for kak or
You'll get what you ask for
I'm like a wild animal in the corner
Waiting for the break of dawn
Trying to get through the night
Just a man with the will to survive

My blade swing free
Decapitate a hater with amazing ease
This is not a game, boy
Don't play with me
I work my light sabre like a wild fucking savage
from the dark side danger

Yin to the yang
Totally Hi-Tek Ninjas
Motherfucking big in Japan
I’ve seen the future, but I never got nothing in my hand
Except a microphone, big dreams and a plan
Fly-talking, sky-walking
Like a spider

Hook x2

Fuck, this is like
The coolest song I ever heard in my whole life
Fuck all of you who said I wouldn't make it
Who said I was a loser
They said I was a no-one
They said I was a fuckin' psycho
But look at me now:
All up on the interweb
World-wide, 2009
Futurista
Enter the spider
Alois Trancy

Al escuchar ese nombre, el resto de los oyentes se quedaron boquiabiertos. ¿Alois Trancy? ¿El de la casa Trancy? ¿En aquel maldito tugurio? ¿Siguiendo el ritmo del rap con su cuerpo como arma bajo la atenta protección del gran Spider? Realmente, los que lo conocían, aunque fuse de vista, confirmaron su identidad, completamente anonadados por su presencia. Incluso Doggy Demon enmudeció, saboreando su derrota. Pocos raperos eran capaces de una hazaña de tan calibre. 

DJ Hi-Tek
Die fokken Antwoord

What's my name?-susurró al oído de Alois, quien, completamente sonrojado, volvió a repetir su línea.

I, I, I (I'm a spider)
I am your butterfly
I need your protection
Be my samurai
I, I, I (yo I'm a spider)
I am your butterfly
I need your protection
Need your protection

I, I, I (Yo I'm a spider)
I am your butterfly
I need your protection
Be my samurai
I, I, I (a motherfuckin' spider)
I am your butterfly
I need your protection
Need your protection

-¡¡Creo que tenemos ganador!!-gritó Tim en ese momento, recibiendo la ovación del público. 

El aristócrata observó a Spider orgulloso, quien le devolvió la mirada, no sin antes haberle hecho un movimiento de ceja a Doggy Demon, restregándole su victoria. El corazón de Alois nunca había traqueteado tan fuerte. La sensación era indescriptible, estaba en una maldita nube en aquel momento. 

-Ahora puedes hacerlo.-susurró Spider al oído de Alois, quien interpretó sus palabras y le hizo un corte de mangas al enemigo derrotado desde el escenario, soltando una carcajada. 

El show semejaba perfecto. 

De no ser por una presencia en el público.

I am your bitter-fly. Capítulo IV


Flashback

-¡Mamá, ya hemos llegado!

Una voz ajena, mas lo suficientemente conocida como para no sobresaltarle, irrumpió en la sala en el momento en el que los dos púberes cruzaron el umbral de la puerta cogidos de la mano. Alois movió levemente los dedos, apretando un tanto más. Le gustaba sentir los surcos de la palma de Ciel, su acompañante. En ese momento, irrumpió en la estancia una mujer vestida de traje, que constaba de americana y falda color rosa pálido a juego. Semejaba una deidad griega, una escultura renacentista, con aquella melena pelirroja recogida en un moño que no era capaz de contener unos mechones ondulados rebeldes que caían por sus hombros con bella virtud. Alois apenas si conservaba un recuerdo difuso de su progenitora; se preguntó entonces ante la visión de la digna matriarca de los Phantomhive, si su madre habría sido una mujer tan hermosa, tan elegante, si caminaría aferrándose a la falda, haciendo malabarismos con los tacones. Rachel Phantomhive sonrió ante la visión de los dos jóvenes, yendo a su encuentro sin hesitar.

-¡Oh, Ciel! ¿Este es tu amiguito? Ya era hora de que lo conociera.-orientó entonces su mirada hacia Alois, tomando su rostro entre sus manos. El muchacho se sintió acorralado, dulcemente acorralado.- ¡Ay, pero qué lindo es! ¡Si parece un muñequito, por favor, pero qué guapo! ¿Te van bien los estudios, bonito?

-S…sí, señora.-apenas si encontró aliento con el que responderle. Sintió cómo Ciel le soltaba la mano, para colocar ambas en su espalda.

-Sabe tocar el piano, mamá. Lo hace muy bien.

Alois le dirigió una mirada cargada de asombro y rabia. Apenas si hacía unos meses que se conocían y ya se habían enmarcado en una relación amor-odio tremendamente intensa. La misma que la que compartía con su piano. Y Ciel lo sabía, vaya si lo sabía.

-¿Ah, sí? ¡Qué preciosidad! ¡Tócanos algo, bonito, me encantaría oírte tocar!

-No…No me gusta el piano.-consiguió murmurar. La actitud de aquella mujer le halagaba, le hacía sentirse seguro, mas estaba pidiéndole algo demasiado difícil para él.

-Oh, qué pena, con lo que me gustaría escucharte, cielo.

Le acarició el cabello. Era la primera vez que alguien le tocaba sin ningún tipo de pretensión, ni laboral, ni sexual. Simplemente lo hizo. Con ternura, con afecto. Sentía que podría permanecer toda la tarde en la misma posición, notando el tacto de Rachel en su frente, en su nuca, en su media melena rubia. Se sentía cálido y próximo, suave, con dulzura. Realmente esperaba algo de él. Y por alguna razón sintió la determinación de no querer defraudarla.

-Puedo tocar una canción, si quiere.-bajó la mirada, como un niño tímido y avergonzado. La mirada de Ciel le atornillaba, lasciva y provocadora, como siempre. El muchacho rubio con el que había mantenido contacto sexual más de una vez en los baños del instituto se comportaba como el hijo prolijo que toda madre desearía tener.

-¡Oh, sería estupendo!-Rachel juntó sus manos, ilusionada, conduciendo a los dos jóvenes al salón, donde había un enorme piano blanco de cola en medio de la estancia.

Desde luego, la familia Phantomhive no ocultaba su nivel socioeconómico bajo ningún concepto: las paredes estaban tapizadas con elegancia, el parqué brillaba impoluto, la americana de la joven madre tenía estampado el logo de Chanel y Ciel, además de ir a un instituto de renombre, tampoco escondía las carísimas marcas de su ropa. Aunque lo que más llamaba la atención de él era el ojo que llevaba siempre oculto tras un parche; poco se sabía del tema, solamente que se lo habían cauterizado por una enfermedad ocular. Y de ahí, emergían toda clase de especulaciones. Desde un ojo vago hasta un glaucoma, pasando, por supuesto, por la anoftalmia y otra serie de anomalías tan espantosas que provocaban un rechazo inmediato hacia su ojo cubierto. Por supuesto, Ciel no estaba dispuesto a afirmar ni desmentir ningún rumor, seguía a rajatabla el consejo de Oscar Wilde de que lo mejor es que hablen de uno. Todo un gentleman.

Alois, temeroso, se acercó al piano, atusando la chaqueta de su uniforme antes de sentarse en la banqueta que había enfrente. Estaba acolchada. Dentro del nerviosismo que le producía aquella situación se sentía cómodo. Apoyó los dedos sobre las teclas, buscando el tono, y cuando lo encontró, comenzó por fin a tocar. Rachel sonrió con amplitud. Yann Tiersen, su compositor actual favorito, comenzaba a sonar bajo las yemas de Alois con “La valse d’Amelie”, una pieza sencilla armónicamente, mas que guardaba una complejidad impresionante en los ritmos y el sentimiento. De pianissimo in crescendo. Se notaba que el joven conocía con precisión los secretos del instrumento, cómo hacerle no solo hablar, sino que transmitiese lo que él quisiese decir. Y reflejaba una tristeza tan hermosa aquella pieza, tan precisa, y a la vez tan visceral, como el bisturí de un cirujano abriéndole en dos el pecho. Él no podía evitar asociar aquella canción a su hermano Luke. No era la primera vez que el niño se sentaba a su lado cuando estaba aprendiéndola y le mandaba tocarla hasta la saciedad a causa de lo mucho que le gustaba. Cuando murió, era lo único que le aliviaba; reproducirla una y otra vez en el piano, como si él estuviese allí, hasta sentir que le faltaban las fuerzas. Incluso Ciel podía notarlo. El tacto bajo los dedos, las lágrimas escurriendo por sus mejillas, ese ritmo desgarrador, atrapante, como la tela de una araña. Cautivador, triste, trémulo, vibrante, inestable. Alois se vio obligado a reprimir las lágrimas hasta el final de la pieza. Se le hacía un nudo en la garganta que le dificultaba la respiración. Apretó los dientes. No iba a permitirse el lujo de llorar delante de aquella amable señora, y por supuesto, no iba a parecer débil delante de Ciel. En cuanto la melodía llegó a su fin, no pudo sino suspirar con intensidad, muchísimo más relajado.

-¡Dios mío!-la exclamación de Rachel hizo que Alois se diese la vuelta. Estaba… ¿llorando?-Se me caen las lágrimas, ha sido maravilloso, intensísimo. Tocas muy bien, precioso.

-No llores…-las palabras salieron de sus labios inconscientemente. Ni siquiera se molestó en tratarla de usted. Se sintió culpable, lo que menos quería era que aquella buena mujer sintiese el dolor que él tuvo que experimentar en su día, aunque fuese a través de una canción. No sería justo. En ese momento, la voz de Ciel irrumpió en la estancia, con un deje estridente:

-Mamá, voy a llevar a Alois a la habitación para que deje sus cosas.

Esa era la razón por la que estaba en casa ajena aquella tarde; Ciel le había invitado a quedarse a dormir con él, y la verdad, no podía negarse dadas las circunstancias. Prometía ser interesante yacer juntos en una cama, para variar. Además, le causaba curiosidad saber en qué ambiente se movía. Alois recogió su mochila, la cual había dejado apoyada al lado del piano, y se la echó al hombro, para seguir a su compañero, quien había abandonado la sala. El muchacho se acercó a la joven madre sin poder evitarlo. Le causaba una fuerte angustia y una profunda pena verla llorar. Apoyó una de sus manos en su mejilla y recogió entre sus dedos una lágrima juguetona, ante su atenta mirada cariñosa. Parecía entrenado en calmar a alguien que llora, aunque se le veía retraído y miedoso. Sentía el pulso desbocado. Temía una negativa, aunque esta no llegó. Rachel sonrió tiernamente y le acarició el cabello en agradecimiento.

-¡Alois! ¡Ven!-la voz de Ciel irrumpió desde el piso de arriba, haciendo que el muchacho rubio saliese de la estancia a trote, dejándola sola tras de sí.



-Tu madre es una buena mujer, Phantomhive. Has de atesorarla bien.

-No me digas que te pone.

-Para mi desgracia quien me pones eres tú.


Tras haber dicho esto, Alois se giró para poder mirar a los ojos a su amante enemigo. Ciel sonrió alzando una de las comisuras de sus labios, como si alguien tirase de ella mediante un hilo invisible. Cuanta menos ropa cubría al joven, más intensos sentía los impulsos de asaltarle de forma furtiva, igual que el león que espera pacientemente a que la grácil gacela esté distraída para saltar a su cuello y reventarle la yugular. Mas el problema de esta gacela era que sus ojos azules tenían hechizado al depredador. Y desde luego, el halo de misterio que desprendía el león había apresado entre sus redes a la ingenua víctima. Ciel reptó hacia la cama y apartó el cabello de Alois para dejar su cuello al descubierto. Su respiración se hacía tremendamente visible al estar desnudo de cintura para arriba. El muchacho deseó despojarse de su parche para poder apreciar en una visión binocular la hermosura de su compañero. Presionó sus labios contra su yugular y la acarició con la lengua, recorriéndola para dejar a su paso un rastro de saliva que delataba el camino que había seguido. Alois respiró hondo por la nariz, provocando un sonido ronroneante, igual que el viento azotando las hojas de los árboles. Ciel deslizó su mano por su tronco desnudo, siguiendo la estela que marcaban su esternón y su línea alba, hasta introducirla en sus pantalones, provocándole un escalofrío. Esperaba alguna frase bella de los labios de Phantomhive, mas no fue eso lo que consiguió. Se bajó de la cama y, sonriente, se colocó de rodillas frente al muchacho rubio, acurrucando la cabeza entre sus piernas. Comenzó a sentir sus propios latidos golpeando en sus genitales, haciéndole sentir incómodo y excitado. Ciel le despojó de la ropa sobrante, introduciendo tras una inhalación intensa su sexo en su boca. A pesar de no haber perdido la inocencia tan abrupta y prontamente como él, Phantomhive conocía perfectamente la manera de hacer una felación. Lamía la zona del meato trazando pequeños círculos alrededor de él, para posteriormente mostrarle la manera de controlar las náuseas aferrando su miembro y envolviéndolo con su boca hasta casi tocar su campanilla, e ir extrayéndolo lentamente estrechando los labios para estimular la sensitiva piel. Ladeaba la cabeza y recorría los surcos de su estructura entre besos húmedos. Soportaba estoicamente los tirones de cabello y los empujones en la nuca de su pareja, obedeciendo a ellos como un buen sirviente. Y en el momento en el que Alois no aguantó más tiempo sin llegar al orgasmo, se bebió, literalmente, todo lo que había expulsado, relamiéndose los labios y los dedos para no dejar ni una sola gota desperdiciada. Alzó la mirada, observando cómo el joven jadeaba intensamente mientras la erección se desvanecía. Desde luego, el sexo oral le otorgaba un poder comparable con el que un rey ejerce sobre una región. Había desmantelado a su rival con una facilidad asombrosa, convirtiéndolo en un cúmulo de escalofríos y gemidos.

Ciel se irguió, limpiándose la boca con la manga de su camisa. No enunció ninguna palabra, sino que se sentó al lado de Alois y presionó su cabeza hacia abajo. El rubio se resistió, todavía en busca de aliento. Aquella mirada de superioridad le hacía vomitar. Se parecía a la de su padre. Ciel volvió a reiterar, golpeando su nuca con la apófisis del radio, y de nuevo obtuvo idéntica respuesta. 

-No, por favor. No quiero.-sollozó Alois, intentando contener sus manos apresando sus muñecas. No podría soportar sentir el ahogo, la sumisión, que producía una felación en sí misma. No quería sentirle intentando que sintiese náuseas al introducir su miembro dentro de su boca. No quería recordar lo que se sentía. 

-Quid pro Quo, Trancy.-conminó en contestación, pugnando por repetir el gesto, aunque el joven le detuvo, ofreciendo nuevamente resistencia. 

-Dejo que me hagas otras cosas... Por detrás. Lo sentirás más intenso. 

-¿En serio?

-En serio, Phantomhive. Solo… no me hagas mucho daño. 

Y de nuevo sucumbió, dejándose hundir en sus caricias. 


El joven se tumbó de costado, acurrucándose en una esquina de la cama en la que supuestamente dormiría aquella noche. Le molestaba colocarse boca arriba. Ciel se había comportado como un perro en celo, ni siquiera le había besado ni tenido algún tipo de consideración con él en el momento del sexo. Se limitó a ensartar fuerte, abriendo la boca solamente para gemir y jadear. Su mano se apoyó ahora en la curva de su cintura, haciendo que el muchacho cerrase los ojos y flexionase las piernas, molesto. Ciel podía notar la respiración forzada de Alois bajo su mano, mientras la otra sostenía el porro que se llevaba a los labios. Aquel olor le tranquilizó un poco, pero seguía sintiéndose mancillado, sucio, ultrajado. Llegó a pensar, fugazmente, que debido a los abusos de su padre nunca jamás sería capaz de disfrutar del sexo. Siempre lo vería como una amenaza a su persona, como una sumisión constante, como un dolor en el coxis y la pelvis insoportable. Ciel apoyó la mejilla sobre el costado expuesto de su compañero tras haber prendido el porro, inhalando muy suave y profundamente su humo. 

-¿Fumas maría, Phantomhive?

-Corrige. Es la hierba de los reyes.-respondió, riéndose levemente. No parecía tener mucho aguante, seguramente era su primera vez, o dejaba pasar demasiado tiempo entre cada consumición para que el cuerpo se adaptase al THC. 

Alois le miró con ternura. Eso era lo que le producía en aquel momento; ternura. A pesar de que le hubiese dañado con la ferocidad del sexo anal que habían tenido hacía apenas unos minutos, verle tan tremendamente colocado con un par de caladas le mostraba en su faceta más indefensa. Parecía que iba a caerse de la cama si no fuese porque estaba fuertemente amarrado a él. Acarició con suavidad su cabello negro, provocando que incluso ronronease como un minino, no sin después soltar una carcajada caótica. 

-Ven aquí, mi niño bonito…-murmuró, dándose la vuelta para poder abrazarle. Se colocó en decúbito supino, mirando hacia el techo, aunque intentando que el colchón no presionase demasiado su trasero y le provocase dolor. Ciel, entre risas cuasi incontrolables, posicionó su cabeza sobre el corazón de su compañero, dejando que la droga y sus latidos hiciesen su efecto y le tranquilizasen. 

Aprovechó pues su descuido para robarle el porro de entre los dedos, dándole una calada intensa, reteniendo el humo en la boca para poder saborearlo antes de expulsarlo en un soplido feble. El muchacho moreno observó maravillado el humo que se escapaba caprichoso de sus labios, jugando con ellos, besándolos, como si estuviese desnudando un diente de león. No podría expresar con palabras cuán loco le volvía. Esos ojos azules de mirada quebrada, su cabello rubio como el reflejo del sol sobre el agua, la piel blanquísima, fina, herida, suave y cuidada, su manera de hablar, su sonrisa traviesa de carcajada descuidada, la dulce presión de sus labios al besar. Le devolvió el porro que le había robado entre caricias en las manos. ¿Podía ser que tuviese un callo en el lateral de su anular izquierdo? Asombroso. No dejaba de sorprenderle. Ciel cerró los ojos, aprehendiendo el peta recién devuelto entre sus dedos, y con muchísima delicadeza envolvió el pezón de su compañero entre lengua y paladar, lamiéndolo, succionando y tirando de él, envolviéndolo bajo una fina capa de saliva, con muchísima parsimonia. Alois se estremeció. No solo por el roce en tan sensible zona, sino porque, después de haberle herido al mantener relaciones, se mostraba más respetuoso y cariñoso que nunca. Desde luego, la “hierba de los reyes” tenía un efecto muy dulce en él. 

-Para, si acabamos de hacerlo.-susurró entre risas de nerviosismo, intentando apartarle con caricias en su frente.-Para. ¡Para, anda! Tengo que ir a darme una ducha. 

Al oír esto último, el heredero de Phantomhive se apartó volviendo a fumar de nuevo, mientras su compañero se levantaba de la cama y se colocaba los calzoncillos para ocultar su desnudez. Antes de cruzar el umbral de la puerta, se volvió hacia él y le besó en el cabello. En su denso cabello alquitranado, bajo su mirada expectante. Reflejaba una nunca vista admiración en sus pupilas dilatadas. 


El agua caliente golpeaba contra su piel furiosamente, arrastrando todo desperfecto que encontraba a su paso. El sudor que envolvía su cuerpo, el semen que corroía las heridas de su trasero, la piel muerta, los hilillos y pelusas de su ropa. Sentía un dolor tan intenso ante la purificación que interrumpía su aliento. Ciel parecía haberle desgarrado algún pliegue del recto creando una úlcera, al oponer resistencia instintivamente ante el sexo anal, y la zona escocía de una forma insoportable. Recordaba aquellos días en los que vivía en casa de su padre. Tenía la costumbre, tras haber consumado, de cerrar la puerta del servicio para evitar que su hermano entrase y acurrucarse en un rincón de la ducha, avergonzado y asustado, arremetiendo una sensación de asco y desagrado contra sí mismo. Solamente era un niño cuando le robaron la virginidad. Relacionaba por inercia el sexo con el dolor, la humillación, el aliento desbocado, el corazón a punto de atravesarle la carne, las lágrimas arrasando sus mejillas, los chillidos corroyendo su garganta. Pero no, no iba a llorar como un crío delante de Phantomhive. ¿Cómo iba a entender el trauma que llevaba a sus espaldas? Seguramente se burlaría de él, o lo utilizaría como arma para atacarle. Y no iba a permitirse desfallecer. 

Vertió el champú que Ciel solía utilizar en sus manos, para poder embadurnar posteriormente su pelo rubio. Cerró los ojos, para evitar que el producto irritase sus ojos, y masajeó con las yemas de los dedos su cuello cabelludo, creando espuma. Se sentía, dentro de su sufrimiento interno, relajado. A veces necesitaba una buena ducha para poner aquellos terroríficos pensamientos en orden. Se escuchó un feble ruido. Sin embargo, no iba a abrir los ojos ahora que se estaba aclarando el champú. Seguramente sería su turbada imaginación. Mas, en ese momento, un violento tirón de cabello sumergió su rostro bajo el chorro de agua. 

Esa sensación. El líquido colmándose en su boca, taponando su nariz. No podía abrir los ojos. Estaba completamente en shock. Opuso resistencia, tiró hacia delante, hacia los lados, mas una fuerza superior a él volvía a empujarlo a merced del agua. Abrió los labios hasta sentir su mandíbula a punto de desencajarse. Necesitaba respirar. Inhalar. Tragaba y se ahogaba, tosía, escupía. El corazón le iba tan deprisa que podría perder la consciencia si no fuese porque un hilo de aire todavía le mantenía vivo. Alzó las manos con desesperación. Llamada de socorro. Intentó soltarse. Quería gritar. Las lágrimas caían de sus ojos violentamente. La inspiración se hacía más y más costosa. Papá, papá, ¿eres tú? No me hagas daño, por favor, no más, no puedo más, vas a matarme. El agua se le tornaba espesa en la garganta. Y entonces, sus labios se sellaron. Herméticamente. Sin dejar pasar ni una brisa a sus pulmones. Elevó de nuevo las manos, sin apenas fuerzas. No podía dejar de llorar. Su pecho comenzó a convulsionar. Un rostro. Había un rostro sobre él. No lo pensó dos veces, lo arañó con saña. Papá, papá, se repetía, para ya, voy a morir, pa, no puedo respirar, déjame, por favor, papá. En ese momento, la presión en el pelo de su nuca desapareció. Se desvaneció. Alois se inclinó hacia delante, abriendo los párpados bruscamente. Se envolvió en sus propios brazos. Tomó aire repetidas veces. Estaba temblando, sentía escalofríos por toda la columna vertebral. Un impulso de supervivencia le ordenó que debería salir de allí corriendo si no quería que la escena se repitiese. Corrió la cortina de la ducha y salió de ella atropelladamente, tropezándose y cayendo en el suelo. Apenas si sus manos alcanzaron a agarrar la toalla del lavabo y taparse con ella, asustado, mientras pugnaba por ponerse de pie. 

-¿Qué diablos te pasa, Trancy?

Su maldita voz. Así que no era su padre. Imposible que así fuese, había muerto. Alois se giró levemente solo para poder mirarle a la cara. En los veinte minutos que había estado en la ducha a Ciel solo le quedaban pequeños resquicios de intoxicación. Aquella mirada dulce e inocente había desaparecido, y había vuelto a su forma de ser dominante y retorcida. Él había sido quien le había agredido. Él. Alois se alejó a gatas, intentando coger su ropa para poder vestirse y que no le viese desnudo. Su pensamiento distaba de la racionalidad. El desasosiego que había sufrido nubló su mente por completo. Su angustia simplemente se había atesiguado, mas seguía inflamada dentro de su pecho. Solo deseaba escapar, tranquilizarse, acurrucarse en una esquinita para dejar escapar todo su temor en forma de lágrimas, abrazarse a sí mismo, repetirse que todo va a ir bien con un tono tembloroso y suave. Pero allí estaba Ciel sin apartar la vista ni un momento, atónito por su comportamiento.

-Me quiero ir a casa…-la voz del joven rubio se escapó de su garganta agarrotada, obligándole a hiperventilar tras haber hablado. Sus bronquios apenas si le permitían enunciar algo más que sollozos. 

-¿A dónde coño vas a ir? Me dijiste que te quedarías. Cuando eres tú el que domina bien que te gusta, ¿eh?

Tenía un tono seco y estentóreo de por sí el muchacho de cabello oscuro, pero todavía se acentuaba más al verle cabreado. Alois se deslizó empujándose con las piernas hacia la pared, estrechando la toalla contra su pecho. En un movimiento seco, una presión fuerte como la garra de un águila salida de la mano de Ciel tomó su barbilla con una de sus manos y prendió su labio con los dientes. Cerró ambas filas y apretó, ahogando los chillidos de su compañero, hasta que notó el sabor de la sangre en su paladar. 

-Eres mío, Trancy. Más te vale no olvidarlo.-murmuró en cuanto se fue separando. 

Alois se llevó las yemas de sus dedos a la boca. Una nueva fuente de dolor comenzaba a florecer en su labio, en tanto que la sangre se desbordaba fluyendo por la barbilla. La mordida había sido hecha a propósito para que le quedase gravada una cicatriz perfectamente visible para todo aquel que le mirase. No podía detener los escalofríos, su carne tiritaba con furia intentando que entrase en calor. Entre lágrimas se levantó bruscamente e imitó el gesto. Tomó el rostro de Ciel hincando las uñas temblorosas en sus carrillos lo más profundamente que pudo y mordió con toda la ira y la saña que arrancó del pecho su labio inferior, retorciéndolo, desgarrándolo, a pesar de los gritos que reprimía por orgullo. En cuanto le soltó, ambos labios de Ciel estaban ensangrentados, y la úlcera creada superaba con creces la fiereza de la que el muchacho rubio poseía.

-Tú también eres mío, grandísimo hijo de puta. 

Dicho esto, se puso los calzoncillos, aprovechando el shock que le había causado, y tomó la toalla y su ropa para salir corriendo. La caída al salir de la ducha le obligaba a mantener el pie lejos de cualquier carga, por lo que la cojera le impedía aumentar demasiado la velocidad. Como siempre, en desventaja ante su rival. Parecía tan fácil vencerle como una paloma con el ala herida. Que la bala acertase en su cuello era solo cuestión de pulso. Y desde luego, las zancadas furiosas de Phantomhive sonaban más amenazadoras que cualquier disparo. El pasillo estaba oscuro. Un ventanal enorme reflejaba el vendaval que azotaba la noche. Alois sintió su brazo siendo aprisionado y se detuvo en seco. Cerró los ojos con miedo. Respiró superficial y despacito. Su cuerpo se agitaba como una rama. 

-¿A dónde se supone que vas? ¿Quieres que mi madre se entere?

Su entrecejo fruncido. Aquellos ojos del color de los zafiros y del mar bravío agitados, turbados e hirientes. Su rostro embadurnado de sangre propia y ajena. Los dientes chirriando. Alois sintió el látigo del terror azotándole al verle de aquel modo. Sus pupilas se contrajeron. Dejó de respirar. Sintió una cosquilleante calor viajar por sus piernas. Incluso su llanto se detuvo en seco. Pronto la calidez se convirtió en un frío intenso y una humedad urente en sus pantorrillas. Ciel desvió la mirada en un golpe seco de vista. Se había orinado de miedo. Él mismo lo notó horrorizado. Hacía años que aquello no le pasaba y tenía que ser delante de su némesis. Desde que su hermano había muerto no había sentido un miedo tan intenso. Rompió de nuevo a llorar, avergonzado, sin siquiera poder percatarse de la mueca de desagrado que mostraba su compañero. Sin embargo, no tardó en florecer dentro de él una semilla de lástima. Rodeó su nuca y obligó a que apoyase su cabeza poblada de cabello dorado en su pecho, prudencialmente separado de sus piernas mojadas, las cuales temblaban violentamente. 

-Tranquilo. Le diré a la criada que lo limpie. Ven, vamos a la habitación a cambiarte. 

Alois obedeció, soltando la ropa que llevaba bajo su brazo al aflojar la tensión de la extremidad. Le entregó la mano al anfitrión, sin hesitar, mas sin dejar de agitarse nervioso y humillado. Ciel le ofreció un pijama suyo, el cual le quedaba algo grande debido a su delgadez, la cual rozaba los límites entre lo normal y lo patológico, y una muda limpia de ropa interior. Los jóvenes se acostaron juntos, tapándose con las sábanas. La lluvia golpeaba los cristales en un tamborileo rítmico semejante al del corazón de Ciel, el cual escuchaba con calma, aunque sin cesar en ningún momento de sollozar. 

-Está cayendo una tormenta.-murmuró el muchacho moreno, acariciando su cabeza con calma.- ¿A dónde ibas a ir con este tiempo? ¿Dónde estás mejor que aquí?

Se centró en respirar. Sus palabras de cariño solían ser siempre las mismas. No obstante, eran capaces de restaurar su confianza en él. Aquel Ciel que le abrazaba con gentil ternura no era el mismo Ciel de la ducha. Rodeó su cabeza con los brazos, manteniéndole cerca de sí, procurando entre roces cruzar ambas miradas cerúleas. 

-¿Quién te quiere a ti, Alois? ¿Quién te quiere más de lo que te quiero yo? Dime… ¿Quién te quiere?

Su garganta se estrechó en un gemido que arrancó de lo más profundo de sus entrañas. ¿Quién te quiere a ti, Alois? Tú, tú me quieres. ¿Quién te quiere más de lo que te quiero yo? Nadie. Nadie podría querer a alguien como yo como tú lo haces. Era el lobo que desgarraba su carne y el perro fiel que lamía sus heridas. Era la aceleración y la calma. Su asesino y amante. Debería agradecerle que se tomase la molestia de cuidar a alguien tan sucio y degradante como él, a alguien impuro, a alguien cuyo cuerpo lo más inteligente que sabe reaccionar en una situación de peligro es orinándose encima. Era el hierro candente que le estigmatizaba. La aguja de tatuador que trazaba dibujos con su sangre. Era Ciel Phantomhive. Y era de su propiedad. Se acurrucó en su pecho, sintiendo cómo sus labios manchados le besaban en el cuero cabelludo. 

-No encontrarás a nadie mejor que yo, Alois. Más de lo que yo me sacrifico por ti nunca lo harán. 

Él asintió suavemente. Su voz le mantenía manso. Sus latidos sonaban suaves y contundentes, rebosantes de vida; al contrario que los suyos, esquivos, trémulos, huidizos. Estaba allí. A su lado. A su disposición. Como un buen mayordomo. Era la cuna que mecía sus miedos. Era imposible igualarle, igualar la sensación que producía su compañía. La lluvia fluía tras sus ojos e inundaba sus pupilas. Alois respiró con serenidad. 

-¿Te sientes seguro conmigo?-cuestionó el joven heredero, alzando una ceja suavemente. 

-Igual que con un chucho con la rabia.-alzó la mirada, sonriendo con suavidad entre lágrimas.-Pero tranquilo. Es lo más seguro que me he sentido nunca. 

La luz siempre arroja sombra y las rosas más bellas tienen las espinas más dolorosas.


I am yout bitter-fly. Capítulo III


Gotas de sudor frío todavía corrían por la piel de Alois cada vez que recordaba el choque de carnes de la noche anterior. Los roces, las caricias, la erección incipiente, los escalofríos en la columna, la saliva, el beat que conformaba su corazón acelerado, la retahíla en free style de sus besos. Se refrescó las sienes arrojándose un puñado de agua al rostro, alzando poco a poco la mirada. El espejo del lavabo masculino de su instituto desprendía un fulgor cristalino. Deslizó su propia mano mojada por dentro de su camisa, intentando calmar el fuego que sentía por dentro, pero le era completamente imposible. La excitación de los poros de su piel solo le recordaba a Spider, a su lengua afilada, a sus garras de araña, su mirada color miel cortante como el filo de una navaja. Si su padre siguiese vivo se pondría furioso. Y eso… le encantaba.

-Matrícula de honor en química, matrícula de honor en literatura, matrícula de honor en filosofía y…adivina qué tengo en matemáticas.

Esa voz era inconfundible. Un timbre recientemente agravado por la pubertad, lleno de ironía y competitividad malsana Sin girarse, Alois se llevó una mano al pecho, teatral, respondiendo con un atisbo de tono de falsete:

-No seas tan cruel. Con esa lengua afilada hieres mis sentimientos.

Ciel Phantomhive, heredero de la casa Phantomhive, parientes directos de la Reina de Inglaterra, y compañero de clase de Alois, avanzó un par de pasos para plantarse ante él. Desde luego, los aires de grandeza que desprendía apestaban a kilómetros. Su manera de actuar seguramente desconcertaría a Spider; en contraposición con los pandilleros, los nobles tenían una manera de herir más bien distinta. Actuaban mediante la manipulación psicológica, con dardos envenenados. No era la primera vez que Ciel y Alois se dañaban mutuamente entremezclando el sexo con el odio que sentía uno por el otro. Quizás no era tan visceral como la agresión física, pero dejaba cicatrices más profundas.

-Buenos ojos te vean, Trancy. Te pasas por clase menos de lo habitual, ¿es que temes verme con otro?

Alois sonrió suavemente, aunque no pudo reprimir una carcajada que dejó completamente descolocado al otro muchacho. Lo que solía suceder era que el rubio se pusiese celoso e intentase seducirlo. Lo único que hizo fue mirarle, clavar en él sus ojos azules, y murmurar dulcemente:

-Lo siento. Tengo algo muy grande entre manos.

-¡Me lo imagino!-respondió, haciéndole burla con ello. Sin embargo, no podía ocultar su intriga hacia el cambio de actitud de su enemigo.

-Bromas aparte, Phantomhive. Créeme cuando te lo digo. Tengo algo muy grande entre manos.-echó a caminar hacia él, quien le observaba cada vez más atónito por su comportamiento. Apoyó las yemas de los dedos en su esternón para empujarle suavemente, añadiendo.-Ya no necesito tus besos de Judas. He encontrado algo mejor.


Desde lo lejos podía vislumbrar a Spider cerca de la entrada de su instituto; lo suficientemente lejos como para que los pijos no sospechasen de él, mas a la distancia perfecta para que Alois, al verle, supiese que le estaba esperando. Aferró entre sus dedos los pocos apuntes que había tomado en clase, encaminándose a galope hacia la posición del muchacho. No podía soportar las ganas, el deseo era demasiado fuerte para luchar contra él. Sin pensarlo dos veces se empotró contra su cuerpo, abrazándolo con fuerza hasta casi cortarle la respiración e interrumpir por completo la suya propia. Los papeles manuscritos salieron disparados como balas blancas por el aire. Apenas si llevaban unas horas separados y ya le había echado de menos más que a su propio aliento. Sentía que podían extirparle el corazón y que seguiría viviendo siempre que le tuviese cerca, que sintiese el tacto de sus enormes manos sobre su piel, las estrías frías de sus labios, la presión de su cabeza sobre su cuerpo.
Un par de palmadas en el cabello rubio le despertaron de su ensoñación.

-Eres peor que una garrapata, lil’ A.-exclamó Spider, soltando una carcajada.-Anda, vamos a dar una vuelta. Este sitio me da ganas de potar.

Alois asintió y se guió por los designios de su acompañante. Sin embargo, no quería soltarle. Echaron a caminar, sí, pero conteniendo entre los dedos su sudadera blanca. No iba a volver a escapársele. Esa noche, después de la pelea de gallos, le haría el amor como nadie. Ardía en deseos de entregarle su cuerpo a alguien no por lujuria, miedo ni despecho, sino por un sentimiento más puro, más simple, a la vez más enrevesado. Mas tendría que ser paciente, no semejar demasiado desesperado, esperar a que la euforia se apoderase de Spider para que sucumbiese a él sin resistencia de ningún tipo, sin evasivas, sin negativas.

-¿Nervioso?-de nuevo fue el rapero quien quebró el silencio, mirando al horizonte, en cierto modo, abstraído.

-¡Mucho muchísimo! ¡Tengo el corazón a mil por hora! Qué digo a mil… ¡a un millón por hora! ¡Parece que se me va a escapar del pecho, en serio!-la voz de Alois sonaba frenética y atropellada. Ahora, sin estar bajo los efectos de la marihuana ni nicotina corriendo por su sangre le era mucho más difícil disimular la magnética atracción que sentía.- ¿Y…Y tú?

-Digamos que yo también.-respondió, con una leve sonrisa en sus labios. Eso sí aceleraba los latidos del púber.-Pero lo tenemos controlado. He estado ensayando con el DJ esta mañana y ya hemos calentado motores.

-Ah… ¡Ah, el DJ! ¡Debiste haberme avisado! ¡Yo también tengo que ensayar! ¡No quiero hacerlo mal!

Spider se detuvo en ese momento en seco, clavando sus dedos en los hombros de Alois para que le mirase a los ojos. Su garganta comenzó a arrancar unos leves jadeos. No sabía cuánto tiempo aguantaría mirando esos ojos color miel sin desfallecer.

-Lil’ A, calma. Nos saldrá bien. Además, tu línea no es complicada.

Alois extendió los brazos, sin dejar de mirarle embelesado. La calle estaba desierta, la gente se había recogido en sus casas para almorzar. Nadie podría ver cómo se volvían a abrazar. Temía tanto defraudarle, que todo saliese mal y que no volviese a verle nunca más. Temía… Temía tanto que le olvidara…

-Eh… ¿Por qué no vamos a otro sitio?-cuestionó Spider, acariciando la frente de Alois para que se separase de él.-Ahora mismo detrás de la iglesia que hay al lado de mi casa no hay un alma y tenemos donde sentarnos.


Efectivamente, la iglesia de la que hablaba estaba completamente vacía, tanto dentro del recinto como en sus alrededores. En la parte de atrás, un rincón que algún día fue una cancha de baloncesto y que ahora solo servía para que los jóvenes arrojasen allí sus botellas de cerveza vacías, había unas escaleras que comunicaban con la escuela parroquial. El edificio no parecía muy concurrido en general, distaba de la arquitectura gótica que predominaba en Londres, por lo que los turistas no encontraban ningún rasgo distintivo que hiciese que mereciese la pena visitarlo. Era el lugar idóneo para detenerse en seco, respirar hondo, y hablar. Alois se sentó en las escaleras, apretando las piernas una contra la otra, nervioso. Necesitaba un cigarro. No había probado uno desde que emprendió camino hacia el instituto. Sacó la cajetilla del bolsillo de su americana, en la cual estaba bordado el escudo de la escuela, y tomó el tabaco entre sus dedos temblorosos. Catorce años y ya comenzaba a sufrir los estragos de la abstinencia que, mezclada con el amor, era un coctel mortal.

-¿Dónde es la pelea de gallos?

-Ah, en un garito…-intentó explicarle la ubicación, pero seguramente el aristócrata Alois no habría pisado aquel lugar en su vida, a no ser que se anduviese metiendo en líos con quien no debía, como la vez que se conocieron.-Con salir de aquí media hora antes llegamos con tiempo de sobra.

-Nunca he ido a una.-reconoció, encendiendo el pitillo con algo más de calma. El humo poco tardó en inundar sus todavía jóvenes pulmones.- ¿Cómo son?

-Bueno…la cosa es que enzarzan a dos pavos en una batalla de rap. Esta vez nos lo dejan llevar preparado, pero otras tenemos que inventarlo sobre la marcha.

-¿Improvisas todo un rap?-el interés de Alois no solo sobre el evento que estaba a punto de presenciar, sino sobre Spider aumentó a niveles insospechados.

-Claro, en eso consiste.

Spider se inclinó hacia delante, apoyando los codos en sus piernas, como solía, observando algún punto fijo de la nada, abstraído. Sin embargo, el muchacho no podía mirar otra cosa que no fuese a él.

-Deben estar muy orgullosos de ti…

-¿Quiénes?

-No sé… Tu familia, tus amigos…

-A mi familia les importa una mierda todo esto. Mis padres ya no quieren saber ni mi nombre.-a pesar de haber pronunciado tan duras palabras, Spider no parecía afectado de ningún modo, sino resignado.- ¿Y los tuyos? ¿Están orgullosos de ti?

-Están muertos. Vivo con mi tío.

-Lo siento, Lil’ A.

-No pasa nada. Poco después de dar a luz mi madre la palmó, dejándonos solos a mi padre, a mi hermano pequeño Luke y a mí. Él… bueno, solía emborracharse hasta las trancas y nos pegaba auténticas palizas. A veces abusaba de mí delante de mi hermano y yo tenía que gritarle que se fuera a su habitación y cerrara la puerta.-Alois se sorprendió de sí mismo. Fue capaz de arrancar esas palabras de su boca sin sentirse desamparado, temeroso o abrumado. Era la primera vez que sacaba el tema con tanta franqueza.-Un día… no recuerdo muy bien por qué… mi padre se ensañó con él, venga a darle de ostias, yo quise detenerlo pero… La… La cabeza de mi hermano golpeó no sé cómo contra una encimera, se escuchó con total claridad. Se levantó como si nada y parecía estar bien, no le pasaba nada. Pero poco a poco se fue olvidando… primero estaba mareado, confuso… luego se olvidó de cómo caminar, de dónde estaba, de hablar… De mí... Hasta que se olvidó de respirar. Todo esto pasó en una hora y media.

-Joder…

-Spider, si en algún momento dejo de recordar quién eres… quiero que me mates.

-¡No me vengas con esa mierda!-exclamó, girándose bruscamente hacia Alois. Se esperaba cualquier respuesta a su exclamación menos esa.

-No quiero olvidarme de ti. Yo… no quiero olvidarte, no quiero que me pase lo que a mi hermano, quiero morir recordándolo todo.

-No tiene por qué pasarte a ti. No seas paranoico.

-¿Vas a estar siempre conmigo para que te recuerde?-en ese preciso instante, las lágrimas comenzaron a aflorar de los ojos del muchacho. No dolían. No presionaban sus lacrimales. Escapaban porque lo necesitaban, como el cauce de un río.

-Eh, no te rayes, Lil’ A.-tomó el rostro de Alois entre sus manos, limpiando sus lágrimas con los pulgares.-Estaré contigo, pero no te rayes.

-Tranquilo, me siento cómodo hablando estas cosas contigo.

-Nadie lo diría. Estás llorando como una nenita.

-Estoy bien…-apoyó sus manos sobre las de Spider y le obligó a bajarlas. Una feble sonrisa nerviosa emergió de sus labios.-Contigo me siento bien.

I am your bitter-fly. Capítulo II


-Esta vez tiene que salir perfecto, lil’ dude, la pelea de gallos es mañana y tengo que dejarlos a todos con los huevos de corbata.

-Podrías ser algo más delicado hablando conmigo, ¿no? Soy un Trancy, no una puta de esquina.

-Mira quién fue a hablar…

Alois deslizó su lengua afilada por el papel de fumar que envolvía la aromática hierba que le había proporcionado Spider para compartir. La canción que le había susurrado el joven cuando le había salvado había sido el detonante perfecto para crear un rap que enmudeciese a sus enemigos y le coronasen, de una vez por todas, como el mejor MC de todo Londres. Quizás era por eso por lo que había decidido invitarle al día siguiente a su casa para, con la mesa de mezclas en frente, ponerse a componer y ensayar la nueva creación conjunta. Spider, a pesar de ser un muchacho todavía, ya había cumplido los dieciocho años, con lo que tenía la potestad de vivir solo. Eso tranquilizaba en cierto modo a Alois. Podrían fumarse un porro tranquilamente sin miradas acusadoras a su alrededor, eso era una seria ventaja. Con su propia inhalación avivó el fuego que quemaba la punta, saboreando el costo concentrado de la primera calada. La expulsó muy suavemente, acurrucando su mejilla en la cama de Spider, sobre la que estaba tumbado sin reparo alguno. Quizás era psicosomático, pero se sentía mucho más relajado. Aunque no tenía ningún problema en traspasar puertas ajenas incluso sin permiso, el simple hecho de volver a ver a Spider después del incidente con los trillizos ponía su corazón en ebullición.

-Vale, creo que ya lo tengo. Una base sencilla con sintetizadores realza más la letra y…-Spider se giró al percibir el olor del porro recién encendido, tan inconfundible, y frunció el ceño.-Eh, gracias por avisar, ¿no? Comparte, lil’ dude.

-Oh, por favor, ¿no puedes llamarme de otra forma? Seguro que así los llamas a todos.-refunfuñó el joven, entregándole con resignación lo que le había pedido.

-¿Es normal en ti que te quejes por todo, o solo lo haces conmigo? Puto lil’ dude.

-Me llamo Alois, ¿tan difícil es de memorizar? A-L-O-I-S.-se lo deletreó incluso, con cierta sorna, meneando la cabeza a cada golpe de letra.

Spider suspiró con cierta molestia, inclinándose hacia delante para apoyar los codos en sus propias piernas, desviando la mirada hacia el techo mientras apretaba los dientes. No sería ético cruzarle la cara a su musa, por muy repelente que llegase a ser.

-Bueno. Lil’ A, ¿te vale?

Le entregó de nuevo el porro tras haberle dado la calada de rigor. Alois se abrazó a la almohada, jugueteando con el canuto entre sus dedos antes de acercar el filtro a sus labios. En cuanto la marihuana comenzaba a transitar por su cuerpo, los recuerdos afloraban con una cruel y dolorosa facilidad.

-Mi hermano pequeño me llamaba Lois. No sabía pronunciar muy bien todavía. ¿Te importaría llamarme así alguna vez…?

Spider escudriñó el semblante de su compañero. Sus ojos rozaban el filo de las lágrimas, aunque todavía permanecían cuajadas por voluntad de su dueño. No se atrevió a preguntar. Aunque haber sacado el tema de su hermano repentinamente y el hecho de hablar de él en pasado le intrigaba, era mejor no meterse en los asuntos ajenos. Como él siempre decía, “que cada perro se lamiese su propio capullo”. Romper esa regla de oro solamente le traería problemas, no sería la primera ni la última vez. Sin embargo, dudaba si sería efecto del THC o realmente aquel joven estaba suscitando sentimientos que creía perdidos, le contestó, tornando su tono seco y cortante a una voz más dulce y tibia.

-Si me acuerdo, lo haré.

Si algo bueno tenía fumarse un porro entre dos personas era esa sensación de beso indirecto. Sentir la saliva del otro todavía impregnando el filtro de cartón. Su sabor todavía latente, burbujeante, delicioso. Poco tardó en hacer su efecto la droga. A medida que iba transcurriendo la tarde Alois y Spider iban sintiéndose más cómodos uno con el otro. Tanto, que, sin siquiera mediar entre sus emociones y sus propios actos, acabaron acostados uno al lado del otro en la cama, abrazados fuertemente, sin dejar un recoveco de carne sin cubrir. Se les escapaba alguna risa nerviosa por la situación a la que habían llegado, mas era silenciada con miradas furtivas y ensayos de la canción, utilizando como ritmo el tamborileo de los dedos de Spider contra la cabecera de la cama. Se sentía tan cálido, tan familiar…

-¿Me dejas ver la mano? ¿Cómo la tienes?-tomó la extremidad de Alois para poder acercarla a sí mismo. Estaba vendada hasta la muñeca; una quemadura tan profunda con un cigarrillo no era un asunto liviano. Quizás tendría que visitar la consulta de la enfermera unas cuantas veces para que no le quedase demasiada cicatriz. Sin embargo, al simplemente acariciar la superficie del apósito, Alois no reprimió un fortísimo chillido.

-¡Quieto! No… ¡No toques ahí! ¡Duele mucho!

Spider le obedeció, como un buen sirviente ante las órdenes de su amo. Sin embargo, aprovechó la ventaja de que no le había impedido tocar otras partes de su cuerpo. Sus rudos dedos acariciaron el palpitante cuello níveo del joven púber. Suavemente presionó su mejilla contra su pecho, siendo correspondido automáticamente por un abrazo que olía a costo y colonia de Adolfo Domínguez. Spider inhaló su aroma una vez más, enterrando la nariz en la ropa del contrario con cuidado de no doblar las patas de sus gafas, haciendo que se le escapase un inocente suspiro. Alois retrajo los hombros, acercó la cabeza de Spider todavía más hacia él y notó, porro todavía en mano, cómo su corazón latía con fiereza contra su tímpano.

-Podría hacer un buen rap con este ritmo, ¿te imaginas?-propuso Spider, tamborileando una proyección perfecta de las palpitaciones que escuchaba contra el cabecero de la cama, moviendo incluso la cabeza.

Alois no pudo contener una carcajada de halago. Hasta entonces nadie había valorado su vida de ninguna manera, ni siquiera él. Mas ahora un chaval del instituto de al lado, cuatro años mayor que él y que no conocía apenas de nada valoraba el sonido de su corazón elevándolo a la categoría de melodía. Sentía como si le conociese de siempre, como si ese primer encuentro solo fuese uno de tantos. Acercó el canuto a sus labios para aspirar de nuevo el humo, muy lentamente. Quería que Spider lo notase, lo procesase con calma, se excitase con solo oírlo.

-Es una buena mierda. ¿Dónde la conseguiste?

-La vende un tío de mi clase. Aunque no creo que quiera vendértela.

-¿Por qué?

-Bueno, ya sabes… Sois del colegio de los ricos. No es que os tengamos mucho aprecio… Aunque creo que si les digo que es para mi Lois, me la venderán.

Spider esbozó una cálida sonrisa mientras hablaba. El muchacho no podía creerlo, no solo le había llamado Lois, como solía hacer su hermanito, sino que le había añadido un “mi” delante, declarándolo como de su propiedad. Nada podría hacerle más feliz que eso. Tomó el rostro de Spider entre sus delicadas manos y le robó un beso, comiéndole literalmente la boca entre espasmos de emoción. Juntaron ambas frentes, con los ojos cerrados, guiándose por el resto de sentidos para buscar los labios ajenos. Todo estaba yendo demasiado deprisa.
Mas esa era la magia del rap.
La rapidez, el ingenio, la visceralidad.

...

-Vamos, levanta, lil’ A. Ya son las once, y me niego a ser tu niñera.

Esa voz era inconfundible. Alois entreabrió los ojos, intentando averiguar dónde se encontraba. Desde que había perdido la conciencia de sí mismo no se había movido de la cama de Spider, incluso había dormido en ella. Eso sí, conservaba la ropa puesta. Parece que su calentón nocturno no había llegado a nada más que a unos cuantos besos.

-Hm…No quiero ir a clase…-murmuró, haciendo un mohín, estirando los brazos como un minino para desperezarse.-Además, no creo que me echen de menos.

-Me da igual si te echan de menos o no. Si no quieres ir es asunto tuyo, pero no será problema mío, así que levanta.

Alois obedeció, con cierta pereza en sus movimientos, volviendo a estirarse al encontrarse de pie. Al menos, llevaba el uniforme puesto, por lo que no tendría que pisar su casa.

-Spider, sigo teniendo miedo de ir solo por la calle. ¿Me acompañas?