sábado, 30 de marzo de 2013

I am your bitter-fly. Capítulo II


-Esta vez tiene que salir perfecto, lil’ dude, la pelea de gallos es mañana y tengo que dejarlos a todos con los huevos de corbata.

-Podrías ser algo más delicado hablando conmigo, ¿no? Soy un Trancy, no una puta de esquina.

-Mira quién fue a hablar…

Alois deslizó su lengua afilada por el papel de fumar que envolvía la aromática hierba que le había proporcionado Spider para compartir. La canción que le había susurrado el joven cuando le había salvado había sido el detonante perfecto para crear un rap que enmudeciese a sus enemigos y le coronasen, de una vez por todas, como el mejor MC de todo Londres. Quizás era por eso por lo que había decidido invitarle al día siguiente a su casa para, con la mesa de mezclas en frente, ponerse a componer y ensayar la nueva creación conjunta. Spider, a pesar de ser un muchacho todavía, ya había cumplido los dieciocho años, con lo que tenía la potestad de vivir solo. Eso tranquilizaba en cierto modo a Alois. Podrían fumarse un porro tranquilamente sin miradas acusadoras a su alrededor, eso era una seria ventaja. Con su propia inhalación avivó el fuego que quemaba la punta, saboreando el costo concentrado de la primera calada. La expulsó muy suavemente, acurrucando su mejilla en la cama de Spider, sobre la que estaba tumbado sin reparo alguno. Quizás era psicosomático, pero se sentía mucho más relajado. Aunque no tenía ningún problema en traspasar puertas ajenas incluso sin permiso, el simple hecho de volver a ver a Spider después del incidente con los trillizos ponía su corazón en ebullición.

-Vale, creo que ya lo tengo. Una base sencilla con sintetizadores realza más la letra y…-Spider se giró al percibir el olor del porro recién encendido, tan inconfundible, y frunció el ceño.-Eh, gracias por avisar, ¿no? Comparte, lil’ dude.

-Oh, por favor, ¿no puedes llamarme de otra forma? Seguro que así los llamas a todos.-refunfuñó el joven, entregándole con resignación lo que le había pedido.

-¿Es normal en ti que te quejes por todo, o solo lo haces conmigo? Puto lil’ dude.

-Me llamo Alois, ¿tan difícil es de memorizar? A-L-O-I-S.-se lo deletreó incluso, con cierta sorna, meneando la cabeza a cada golpe de letra.

Spider suspiró con cierta molestia, inclinándose hacia delante para apoyar los codos en sus propias piernas, desviando la mirada hacia el techo mientras apretaba los dientes. No sería ético cruzarle la cara a su musa, por muy repelente que llegase a ser.

-Bueno. Lil’ A, ¿te vale?

Le entregó de nuevo el porro tras haberle dado la calada de rigor. Alois se abrazó a la almohada, jugueteando con el canuto entre sus dedos antes de acercar el filtro a sus labios. En cuanto la marihuana comenzaba a transitar por su cuerpo, los recuerdos afloraban con una cruel y dolorosa facilidad.

-Mi hermano pequeño me llamaba Lois. No sabía pronunciar muy bien todavía. ¿Te importaría llamarme así alguna vez…?

Spider escudriñó el semblante de su compañero. Sus ojos rozaban el filo de las lágrimas, aunque todavía permanecían cuajadas por voluntad de su dueño. No se atrevió a preguntar. Aunque haber sacado el tema de su hermano repentinamente y el hecho de hablar de él en pasado le intrigaba, era mejor no meterse en los asuntos ajenos. Como él siempre decía, “que cada perro se lamiese su propio capullo”. Romper esa regla de oro solamente le traería problemas, no sería la primera ni la última vez. Sin embargo, dudaba si sería efecto del THC o realmente aquel joven estaba suscitando sentimientos que creía perdidos, le contestó, tornando su tono seco y cortante a una voz más dulce y tibia.

-Si me acuerdo, lo haré.

Si algo bueno tenía fumarse un porro entre dos personas era esa sensación de beso indirecto. Sentir la saliva del otro todavía impregnando el filtro de cartón. Su sabor todavía latente, burbujeante, delicioso. Poco tardó en hacer su efecto la droga. A medida que iba transcurriendo la tarde Alois y Spider iban sintiéndose más cómodos uno con el otro. Tanto, que, sin siquiera mediar entre sus emociones y sus propios actos, acabaron acostados uno al lado del otro en la cama, abrazados fuertemente, sin dejar un recoveco de carne sin cubrir. Se les escapaba alguna risa nerviosa por la situación a la que habían llegado, mas era silenciada con miradas furtivas y ensayos de la canción, utilizando como ritmo el tamborileo de los dedos de Spider contra la cabecera de la cama. Se sentía tan cálido, tan familiar…

-¿Me dejas ver la mano? ¿Cómo la tienes?-tomó la extremidad de Alois para poder acercarla a sí mismo. Estaba vendada hasta la muñeca; una quemadura tan profunda con un cigarrillo no era un asunto liviano. Quizás tendría que visitar la consulta de la enfermera unas cuantas veces para que no le quedase demasiada cicatriz. Sin embargo, al simplemente acariciar la superficie del apósito, Alois no reprimió un fortísimo chillido.

-¡Quieto! No… ¡No toques ahí! ¡Duele mucho!

Spider le obedeció, como un buen sirviente ante las órdenes de su amo. Sin embargo, aprovechó la ventaja de que no le había impedido tocar otras partes de su cuerpo. Sus rudos dedos acariciaron el palpitante cuello níveo del joven púber. Suavemente presionó su mejilla contra su pecho, siendo correspondido automáticamente por un abrazo que olía a costo y colonia de Adolfo Domínguez. Spider inhaló su aroma una vez más, enterrando la nariz en la ropa del contrario con cuidado de no doblar las patas de sus gafas, haciendo que se le escapase un inocente suspiro. Alois retrajo los hombros, acercó la cabeza de Spider todavía más hacia él y notó, porro todavía en mano, cómo su corazón latía con fiereza contra su tímpano.

-Podría hacer un buen rap con este ritmo, ¿te imaginas?-propuso Spider, tamborileando una proyección perfecta de las palpitaciones que escuchaba contra el cabecero de la cama, moviendo incluso la cabeza.

Alois no pudo contener una carcajada de halago. Hasta entonces nadie había valorado su vida de ninguna manera, ni siquiera él. Mas ahora un chaval del instituto de al lado, cuatro años mayor que él y que no conocía apenas de nada valoraba el sonido de su corazón elevándolo a la categoría de melodía. Sentía como si le conociese de siempre, como si ese primer encuentro solo fuese uno de tantos. Acercó el canuto a sus labios para aspirar de nuevo el humo, muy lentamente. Quería que Spider lo notase, lo procesase con calma, se excitase con solo oírlo.

-Es una buena mierda. ¿Dónde la conseguiste?

-La vende un tío de mi clase. Aunque no creo que quiera vendértela.

-¿Por qué?

-Bueno, ya sabes… Sois del colegio de los ricos. No es que os tengamos mucho aprecio… Aunque creo que si les digo que es para mi Lois, me la venderán.

Spider esbozó una cálida sonrisa mientras hablaba. El muchacho no podía creerlo, no solo le había llamado Lois, como solía hacer su hermanito, sino que le había añadido un “mi” delante, declarándolo como de su propiedad. Nada podría hacerle más feliz que eso. Tomó el rostro de Spider entre sus delicadas manos y le robó un beso, comiéndole literalmente la boca entre espasmos de emoción. Juntaron ambas frentes, con los ojos cerrados, guiándose por el resto de sentidos para buscar los labios ajenos. Todo estaba yendo demasiado deprisa.
Mas esa era la magia del rap.
La rapidez, el ingenio, la visceralidad.

...

-Vamos, levanta, lil’ A. Ya son las once, y me niego a ser tu niñera.

Esa voz era inconfundible. Alois entreabrió los ojos, intentando averiguar dónde se encontraba. Desde que había perdido la conciencia de sí mismo no se había movido de la cama de Spider, incluso había dormido en ella. Eso sí, conservaba la ropa puesta. Parece que su calentón nocturno no había llegado a nada más que a unos cuantos besos.

-Hm…No quiero ir a clase…-murmuró, haciendo un mohín, estirando los brazos como un minino para desperezarse.-Además, no creo que me echen de menos.

-Me da igual si te echan de menos o no. Si no quieres ir es asunto tuyo, pero no será problema mío, así que levanta.

Alois obedeció, con cierta pereza en sus movimientos, volviendo a estirarse al encontrarse de pie. Al menos, llevaba el uniforme puesto, por lo que no tendría que pisar su casa.

-Spider, sigo teniendo miedo de ir solo por la calle. ¿Me acompañas?

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