Por la tarde tenía que hacerme unas fotos de carnet, y menos mal que pude levantarme de la cama. Según la gente, según mi madre, el fotógrafo y mis amigas, es la mejor foto que me han sacado nunca.
El día de fin de año del 2011 lo recordaré como el día en el que me hinqué unas tijeras en la mano y rajé sin demasiado temor. Pero todo el resto del mundo lo recordará como la noche en la que iba más bonita que ninguna.
Qué irónicas son las cosas. Qué bien sé fingir.
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