Sí, en las miles de ramificaciones de los bronquios hasta llegar a la suculenta rosa que se abre en los alvéolos, en el descender de la saliva poco a poco por tu esófago para acariciar como el agua las rocas los pliegues de tu estómago, en la apertura y cierre de las válvulas de tu corazón que como la piel de un tambor resuenan al quebrar y se regeneran como ave fénix, en las vibraciones tímidas de la cadena de huesecillos que en tres movimientos de sonata hace que llegue a ti el sonido, en la hermosísima composición anatómica de tus córneas como si fuesen canicas de hielo.
¿A qué otra cosa pensabas que me estaba refiriendo?

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